La creación artística nos ofrece posibilidades para acceder a nuestra subjetividad y sus problemáticas, favoreciendo el contacto con nuestras potencialidades y necesidades más auténticas. El arte, el cuerpo y la palabra favorecen la expresión y la integración de los aspectos menos conocidos de nosotros mismos.
El acto de crear se produce aquí y ahora y en él materializamos todo lo que necesita ser abordado o trabajado. Al crear algo necesitamos poner toda nuestra atención y nuestros sentidos en lo que sentimos o en aquello que emerge en la obra que tiene que ver con nuestro pasado: todos nuestros dolores, resentimientos, carencias… También en lo que sentimos ahora, en las cuestiones inconclusas que son traídas al presente para poder ser trabajadas e integradas.
Sólo tenemos el momento presente, y es en él donde podemos retomar, rehacer, re-escribir o recrear nuestra vida. Se trata de ir entrando en contacto poco a poco con nuestros recursos, con nuestras potencialidades y con nuestra necesidad de ser nosotros mismos. Lo mismo ocurre con el futuro, aquello que tememos o deseamos pero necesita ser abordado en el presente. El miedo ocurre ahora, el deseo también.
Es en la obra donde actualizamos nuestra experiencia, donde emerge todo aquello que cobra importancia y sobre lo que podemos intervenir. Si conectamos con nuestro interior, en la obra comienzan a aparecer imágenes que buscan salir a la luz. Dar forma a todo aquello que necesita salir a la superficie nos pone en contacto con la experiencia de Ser. Es poner conciencia en nosotros, y la obra nos lo muestra de frente si dejamos que ésta surja de forma espontánea y flexible.
La identificación con la obra es la identificación con uno mismo. Es fundamental que aceptemos lo nuestro, lo extraño, lo desconocido, lo monstruoso, lo desagradable. Cuando creamos somos nosotros los artífices de la obra, los protagonistas de nuestra vida-obra.
Confiar en la obra, darle una importancia, darle un lugar, es empezar a darnos un lugar a nosotros mismos; darnos espacio y tiempo para comenzar a mirarnos. Confiar en lo que la obra muestra es un acto de valentía y de compromiso con uno mismo.
En la obra no solamente es importante lo que se crea, sino cómo se crea. Si prestamos atención a la relación que establece la persona con su obra, a sus reacciones, sus gestos, sus expresiones, las interrupciones de la tarea, tendremos más pistas acerca de sus necesidades y sus limitaciones.
La creatividad nos permite enlazar con nosotros mismos, a veces de manera sutil, otras de manera más directa y clara. También nos da la oportunidad de sentir, de explorar, de expresar; buscando una vida más plena, más armónica, más auténtica; dejando salir nuestra creatividad innata y nuestro potencial como seres que exploran su humanidad, más allá de los roles o estereotipos en los que a menudo nos vemos encasillados. Más que de construir, se trata de desmontar nuestros esquemas y ampliar la mirada; descubrir nuevas posibilidades que se hacen presentes a través de la obra y que sea ella quién nos guíe en la búsqueda.
Sólo reconociendo lo ambiguo, lo indefinido, lo oscuro, lo doloroso, podremos renacer con más brillo. Nuestras imágenes internas son mensajes existenciales que nos dan la oportunidad de tirar del hilo y dialogar con nuestra vulnerabilidad y nuestras sombras. Reconciliarnos con nosotros mismo es el primer paso para crecer y avanzar.
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