Este jueves 2 de febrero, a las 20:00 h, tendré el placer de inaugurar mi nueva exposición individual titulada La voluntad no lo es todo, en la Galería Espacio 48 (Rúa do Vilar 48, bajo, Santiago de Compostela). Por un lado, ésta es mi primera exposición individual en Santiago desde hace cuatro años, y es una perfecta manera de reecontrarme con el público de mi ciudad. Por otra parte, las diez obras que se exhibirán son parte del resultado de casi 8 meses de experimentación y búsqueda; de un replanteo desde cero de mi proceso creativo y mis intereses. La obra resultante, sin abandonar del todo el camino trazado por toda mi trayectoria, sí se despega de la obra reciente, en unos dibujos más esenciales y sintéticos, pero a la vez con una mayor calidez, resultado de una estética aún más “manual”. Como ejemplo, la imagen que ha sido utilizada para la postal, y que se titula Huyendo de un día cualquiera.
Aprovecho para destacar el magnífico texto que expresamente me ha redactado Cristina Moreiro, el cual os adjunto íntegro: “Voluntad, esfuerzo, ilusión y pasión. Desaliento, negativa, fraude y desidia. Es Santi Jiménez el representante de unos sentimientos tan contradictorios como comunes, tan arraigados en nuestra sociedad de hoy en día que se hace inevitable su interpretación y reinterpretación, tan inexplicables que aparecen incontrolados como base de muchas manifestaciones. Representante de un todo, pero sobre todo de la parte, de su parte, ya que el artista no responde ante los estímulos como el resto, y reivindicando sus particularidades frente a lo general, reacciona empleando un lenguaje plástico propio como medio. Y lo hace también sin caer en la desesperación, a través de una expresión privada por completo de bagatelas, irónica y audaz; sugerente hasta el extremo en que sus representaciones nos dicen más por lo que ocultan que por lo que muestran abiertamente.
En este nuevo proyecto no hay cabida para lo superfluo, Santi Jiménez reduce al máximo su expresión, quedando tan sólo la esencia, la única necesaria y tan oportuna, una esencia que cada vez es más esencial, podría decirse… Y con tan poco, con un lirismo impecable de principio a fin y con una sarcástica reflexión como testigo, nos transmite el artista más que nunca. Pero no nos confundamos, ese poco es un poco muy completo, de tal modo que contiene múltiples sensaciones pero mostradas muy sutilmente, sin excesos. La realidad en sí misma está ahora lo suficientemente recargada, nos satura el simple hecho de que nos rodee, no hay necesidad de recrearnos en ella, no hay fuerzas ni intención alguna de hacerlo. Y es en esta temática tan cruda y real, tan personal y al mismo tiempo global, en la que encontramos la naturaleza de un artista que ha crecido, y lo ha hecho tanto en su vida como en su obra, pero no como se crecía antes, progresivamente, si no de golpe, como le ocurre a toda una generación que al unísono cae de bruces contra un suelo que no ha tenido tiempo ni oportunidad de cultivar, pero del que se ve forzado a recoger sus frutos sin remedio… “Ver para creer”, o “¿Vivir para crecer?”.
Las piezas de Santi Jiménez son ahora más que nunca un elaborado discurso con un profundo contenido, un grito ahogado sobre el papel. Son la representación de un momento presente, que trasciende y que se prolonga interminablemente, eliminando todo resto de pasado, todo atisbo de futuro. Sólo nos queda eso, el presente, y es un presente desolador, agónico, imposible. Pero existe en el resultado de su ejercicio una consumada meticulosidad, un perfeccionismo muy evidente, una meditada composición y una estudiada selección cromática, en definitiva, un virtuosismo de tal alcance que nos revela algo muy interesante: que el artista no se ha rendido, que el artista continúa optimista emanando su luz, sin renunciar a la esperanza, lo que si ocurriera tendría un fatal desenlace, el suicidio espiritual, un hecho impensable en alguien tan lleno de espíritu.
Es inevitable al contemplar cualquiera de las últimas obras de Santi Jiménez, pensar en el trabajo que ha necesitado para poderlas reflejar, un trabajo de introspección muy valiente, y otro de elaboración, complicado y eficiente. Se sitúa de nuevo en el lugar indefinido que le posibilita la tecnología, un espacio ilimitado, relativamente libre, y sin duda algo confuso, aunque por suerte cada vez menos desconocido. Y curiosamente ahora son sus trazos mucho más manuales, más cercanos al dibujo y al boceto entendidos en su concepción puramente clásica, pero siempre desde una perspectiva contemporánea inherente a su quehacer. Una contemporaneidad que le permite jugar con lo virtual pero sin caer en la aparente comodidad que parece llevar siempre implícita, si no al contrario, investigando cada vez más en su amplia gama de complejidades. Sus colores vivos y estudiadamente desenfadados dan paso a tonos neutros, al blanco y al negro mirándose cara a cara, matizados por notas cromáticas que potencian la significación de cada obra. Y esos colores los emplea ahora como una manera real de combatir a las sombras que proyecta la vida, sirviéndole a esta de defensa.
Y sigue ahí una parte fundamental, constante en toda su trayectoria, la figuración como protagonista. Sus personajes reinventados, aquellos jóvenes alocados que dialogaban entre risas, llenos de deseo, de pasión y de excesos, “luminosos incluso cuando se encuentran sumidos entre las sombras” como los definía hace un tiempo Xosé Manuel Buxán, y que ahora han perdido esa capacidad de brillar ante las adversidades, y siendo ya conscientes de que la voluntad ahora no es suficiente, buscan dentro de ellos mismos cualquier señal que les permita saber qué lo será. Esa incertidumbre es la que llena el vacío, la que dibuja el espacio con trazos invisibles que complementan sus representaciones esenciales, profundas, auténticas, seductoras e inevitablemente hermosas. Unas representaciones llenas de un lirismo que conmueve, en los tiempos de absoluto e irremediable declive de este, justo en el momento en que más se precisaba. En los tiempos en que no está de moda hacer poesía, Santi Jiménez no puede evitar hacerla, porque emana de algo más fuerte que de su propia persona, y no es otra cosa que de su potente y demostrada artisticidad.”
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